Si hay una imagen icónica en el fútbol español, esa es sin duda la del gol de Andrés Iniesta en el estadio Soccer City en el minuto 116 de la final del Mundial de 2010. El manchego se convirtió en el héroe eterno de la Selección española al darle su primera estrella, y todos sus compañeros se fueron corriendo a abrazarle y a saltar sobre él. Todos menos uno.

Carlos Marchena estaba a varios metros de Iniesta, pero no en el banquillo, donde pasó todo el encuentro mordiéndose las uñas, como todos. El veterano central sevillano tuvo una idea que, para muchos, es una genialidad que él mismo ha confesado años después: estaba en el centro del campo. Marchena se fue corriendo al punto de saque para evitar que los holandeses intentasen salir rápido a conseguir el empate. Se jugaba la expulsión, y aunque nadie pensaba qué le iban a echar, él, por si acaso, lo hizo.

Marchena, junto a otros jugadores míticos de la Selección española como 'Lobo' Carrasco, Rafael Gordillo, Manolo Sanchís y Julen Guerrero, ha ejercido de padrino de la presentación de la nueva campaña publicitaria de Pelayo Seguros junto a la Selección española, con quien además cumplen 10 años. En un momento de la grabación de dichos anuncios, Marchena les confiesa a los otros internacionales lo que estaba haciendo.

Durante la presentación de dicha campaña, en la sede de la RFEF, después de emitir ese momento, el propio Marchena ha explicado por qué lo hizo. "No me lo esperaba ni yo. Viene un poco por haber jugado mucho tiempo en la calle: sin árbitros y sin nada... La típica de sacar rápido y te la hacían. Y se me pasó por la cabeza: 'después de tantos años, nunca hemos sido campeones del mundo, ¿nos van a hacer esto ahora?' Algo absurdo, ¿no? (risas)", explicó, ante el asombro de los presentes.

"La pena es que no salgo en ninguna celebración. Siempre está Iniesta con todos... Los niños siempre me dicen 'tú no fuiste campeón del mundo' (risas). Te da rabia porque luego no te ves, pero bueno, es lo que me pidió el cuerpo", dijo. Marchena demostró ahí sus años en los campos de tierra, en los que no había nada en juego más que el propio orgullo en los campos de fútbol.